El currículo es la regulación de los elementos que determinan los procesos de enseñanza y aprendizaje para cada una de las enseñanzas. En la elaboración del currículum intervienen diversos organismos: Gobierno del Estado, Ministerio de Educación y Ciencia, Gobierno Autonómico y los centros educativos. A pesar de que muchas de las decisiones más importantes ya vienen tomadas antes de llegar al aula, los docentes aún tienen alguna posibilidad para adaptar el currículo a sus aulas y a sus métodos de enseñanza.
El docente de hoy en día no debe olvidar que la enseñanza debe estar basada en competencias y no en contenidos. El proyecto de la OCDE, Definición y Selección de Competencias (DeSeCo), define la competencia como la capacidad para responder a demandas complejas y realizar tareas diversas de forma adecuada. Las competencias son combinaciones de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se aplican de forma conjunta con el objetivo de desarrollar una acción de forma eficaz.
Así, podemos afirmar que la educación de hoy no pretende medir la capacidad memorística de los alumnos, como venía siendo la realidad tradicional, sino que lo que busca es dotar a los estudiantes de una serie de habilidades y capacidades que los formen como personas, no solo como estudiantes, para que aprendan a vivir en sociedad y puedan desenvolverse de forma autónoma. No es que los contenidos ya no sean relevantes, los alumnos siguen aprendiendo conceptos, pero hoy en día es más interesante enseñarles a saber llegar a los contenidos que conseguir que los aprendan de memoria.
Si bien este enfoque nos parece totalmente acertado y pensamos que puede ofrecer mucho mejores resultados que la enseñanza tradicional, durante el debate de aula pudimos identificar algunas de las trabas que los docentes encuentran a la hora de poner en práctica estas metodologías. Los objetivos establecidos por los gobiernos, a su vez orientados por organismos como la OCDE, PISA, UNESCO, etc., se presenta como metas difícilmente alcanzables y quizás poco realistas si tenemos en cuenta la carga horaria que se ofrece para llevarlos a cabo. Además, la carga burocrática que se presenta a los docentes y las exigencias normativas a las que tienen que someter sus programaciones, limitan mucho la capacidad imaginativa de los docentes, lo que favorece que en muchas ocasiones renuncien a salirse de las pautas en busca de un método novedoso, resignándose a adoptar los métodos sugeridos por grandes empresas editoriales.
En conclusión, aunque parece que la ruta es la correcta, parece que todavía hay muchos escollos que salvar y mucho camino que andar.
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